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¿Sevilla bien vale una misa?

“Sevilla es la ciudad donde

habita mi otro yo. Mi yo de enfrente” .

Gerardo Diego



Volver a Sevilla es siempre muy intenso porque es una ciudad de rara belleza, ritmo palpitante, ruidos alegres de tierra y tiempo que  hablan ambos de amor y muerte. Lorca lo dice mucho mejor que yo, y Machado, bueno para Machado es el lugar de la fuga, de la felicidad eterna: 


“Sevilla para herir! 


Bajo el arco del cielo, 

sobre su llano limpio, 

dispara la constante 

saeta de su río. 


¡Córdoba para morir! 


Y loca de horizonte, 

mezcla en su vino 

lo amargo de Don Juan 

y lo perfecto de Dioniso. 


Sevilla para herir. 

¡Siempre Sevilla para herir!”


(Saeta: Sevilla - F.G. Lorca) 


***



“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero”.


(De “Retrato” - A. Machado) 





Por cierto Machado será también el que dirá “¡Oh maravilla!/Sevilla sin sevillanos¡la gran Sevilla!” y con su ironía me mete alegría: es como si Machado quisiera tener a Sevilla en su corazón solo para él, lejos de todos los que la aman y la agrandan a los ojos del mundo (que son y han sido muchos). Yo, como Machado (¿es blasfemo o engreído decirlo?) cada vez que vuelvo a Sevilla quisiera estar sola para saborear toda la belleza que viene de los 5 sentidos: los olores de la primavera siempre a punto de brotar, el sabor de naranja y miel que densa el aire, los colores asombrosos que tienen todos los matices de la mejor paleta de Monet, los claroscuros de una historia pintada en su paredes, las panderetas y el taconeo… en fin se le tiene celo a tener que compartir las bellezas íntimas de Sevilla que a menudo suena como un bacanal de turistas y visitantes. 


Volver. Después de haber vivido allí hace 20 años, decidí que estaba preparada para volver y llevo un par de años que voy con mis estudiantes donde, gracias al Instituto San Fernando, pueden disfrutar de una maravillosa estancia cultural. Así que volver significa compartir con ellos todo lo que la ciudad ofrece y tengo que decir que la emoción que veo en sus ojos a la vuelta me recuerda mis primeras veces en Andalucía: un sentimiento de morriña que permanece por toda la vida, una vez experimentado. Lo que más enamora es la gente acogedora, inclusiva, irónica, obstinada. Vivir la calle: Triana, el barrio de Santa Cruz, las callejuelas barrocas y las avenidas olorosas de azahares y vida. No es sólo Sevilla, a mi ver es el sur entero que encanta con sus barroquismo y simplezas que conviven en un encanto que se puede explicar solo si se llega a sentir en las entrañas.


Acabo de volver, estuve hace una semana más o menos en una Sevilla diferente porque estaba verde como una ciudad asturiana y la mayoría de los días una melodía de grises contrastaba con sus normales colores encendidos y pasionales. Fue un viaje en el que merodear con mi colega Ivana por las calles, probando todos los sabores de la tierra, una especie de semana gastronómica tratando de evitar lo más turístico y globalizado. Una semana tratando de sentir la esencia de la ciudad. La belleza de Plaza de España que siempre enamora, la Catedral, el Alcázar, las juderías y cómo también fuimos a Córdoba añado la Mezquita, con su geometría asombrosa. Los patios de flores, los azulejos, la ligereza en contraste con las murallas y las iglesias barrocas. 

La riqueza cultural de Sevilla y de Andalucía en general lleva en su adn la historia de una convivencia larga y florida entre culturas diferentes que conviviendo han florecido hasta su máximo esplendor. Aunque sería falso mistificar Al-Andalus a territorio de completa paz, sigue siendo un ejemplo enorme de cómo el mestizaje cultural y religioso es salvífico para los seres humanos. En estos días de guerras, antisemistismo, rabia, intolerancia que se manifiesta delante de nuestros ojos me gustaría que en el mundo hubiera menos turistas y más viajeros, porque las ciudades como Sevilla tienen en su estructura y en su forma de vivir mensajes importantes que nos vienen del pasado; cada piedra, si se va con la persona correcta @Alejandro González De la Flor (nuestro profe y guía del corazón),  puede narrar eventos emblemáticos que no debemos pretender ni juzgar, ni sublimar (aplicando cierto revisionismo histórico que se está haciendo insoportable) pero que van a constituir un hecho del que podemos aprender. 


Podríamos decir que Sevilla bien vale una misa, parafraseando aquel Enrique que hablaba de París, pero yo prefiero pensar que Sevilla bien vale un peregrinaje, donde cada “penitente” esté dispuesto a encontrar su otro Yo, porque como Gerardo Diego creo que también mi otra parte vive allí (y es tan distinta de la que vive aquí)… quizás cada uno pueda encontrar la suya. 



 
 
 

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