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Imperativo: resistimos (aquí sí podemos usar la 2°persona plural)

Ya estamos de vuelta al cole. Los estudiantes, los profesoras, las familias. Algunos pertenecen a más de una categoría y en este momento están probablemente pensando en todo lo que conlleva el comienzo del año escolar. Por un lado las ganas de volver a la rutina, al otoño que tiñe de colores cálidos y frescura nuestra ciudades, por el otro el despedirse del verano con sus canciones, sus historias y su breve paréntesis de efímera euforia. Los niños que han tenido la suerte de tener a alguien que cuidaba de ellos, piensan en el ocio libre que se dejan atrás y con un poco de suerte llegarán a las clases alegres y creativos, más altos, más sabios y más curiosos … los adolescentes, nunca se sabe, de todo depende su humor, sin embargo tendrán  por lo menos alguna buena historia que compartir con sus compañeros, mientras seguirán reservando el “No hemos hecho nada” para los padres. 




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Yo hablo desde mi punto de vista, de profe y de mamá (que nunca se sabe cuál prevalece) y me siento preocupada, preocupada porque desde hace algunos años cada vuelta al cole es más difícil: es como si la escuela corriera detrás de una quimera, pero sin zapatos, con los ojos vendados y rodeada de niebla. Por allí pensáis que soy más pesada que una vaca en brazos con esta historia, pero la verdad es que la educación está sufriendo a nivel global una gran involución. Cada vez se invierte menos dinero en la formación pedagógica de los profesores, sobre todo a partir de la E.S.O. y si por un lado se intenta diversificar la didáctica y ampliar las ofertas formativas por el otro el número de estudiantes por clase no disminuye, se burocratiza (especialmente en Italia) cualquier cambio sin realmente medir los resultados de las estrategias que se ponen en juego. 


Los chicos, cada vez más frágiles y sobreprotegidos, no se sienten comprendidos. Por mucho que esto nos pueda parecer una cuestión de percepción generacional, se está transformando en un grave problema en particular en la sociedad actual que ha dejado de creer en la importancia del sistema educativo y de los docentes. 


Me explico mejor:  los estudiantes se sentían incomprendidos también hace 20 años, pero igualmente tenían a los profes y a los maestros como guías, como figuras claves de la educación y del crecimiento, es decir confiaban en nosotros y así la mayoría de las familias. Ahora no, se percibe al docente como una criatura arrogante, un holgazán y a menudo un insensible, basta por ejemplo con tener una actitud que cualquiera con un poco de sal en la mollera juzgaría una actitud simplemente y banalmente profesional. Los padres cada vez más a menudo proyectan sus miedos o sus fracasos sobre los hijos que viven en la dependencia afectiva total de la familia. 


Hago un ejemplo: chico de 14 años saca una mala nota, vienen los padres, les explico el motivo y como interpretar las notas para mejorar y sobre todo aprender de los errores (naturalmente las mismísimas explicaciones ya dadas en clase al alumno), el padre contesta: “me parece extraño que no haya aprobado, porque hemos estudiado mucho”. Ahora bien, este uso del nosotros (y no es deformación de profe de idiomas) no se puede escuchar, es terrible porque pone de manifiesto un problema grave: el hijo es todavía dependiente de los padres hasta para el estudio y además no se le deja caer, equivocarse, es decir aprender. Y no es un caso aislado, de este tipo podría dar miles de ejemplos y se multiplican cada año. A esto se suman los problemas graves que pueden afectar a los chicos y a las familias, una escuela que tiene poco dinero, poca visión de cómo invertirlo y sobre todo pocos recursos humanos, sin olvidar la existencia de una programación de equipo, casi totalmente ausente en la educación secundaria e insuficiente en la primaria. 


Dicho así ¿Cómo volver al insti (en mi caso) mañana? y ¿Cómo no preocuparse por nuestros hijos/sobrinos/nietos? Bueno yo no tengo una fórmula mágica pero creo que aprender es sagrado como compartir ideas, necesidades, tiempo e incluso fracasos, así que mañana me levanto y voy con la certidumbre de que algo haremos, que mis colegas lucharán conmigo como siempre para definir los límites y que cada uno de nosotros (la mayoría por lo menos) sembrará lo mejor que puede, para que los chicos crezcan libres de los prejuicios, abiertos al debate, enamorados de los que nos enamora a nosotros; es un leve soplido de viento pero es también la única verdadera forma de resistencia que nos queda en un mundo que parece haberse olvidado su rumbo hacia el futuro. 


Así que ¡Buen comienzo a todos!


Esta semana, como regalo de buen comienzo os dejaré un breve vídeo con una actividad que hago siempre con las clases que no conozco o conozco poco, se puede naturalmente adaptar según el nivel de lengua, ideal quizás no para el primer día de clase, pero  para las primeras semanas. 


Hasta la vista gente loquit@





 
 
 

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