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Cadáver exquisito: ¿Somos capaces de soportarlo? Quizás deberíamos.

Durante las vacaciones de Navidad, entre una comilona y la otra, después de una charla, antes de una siesta, disfrutando de cierto ocio liberatorio, me leí unos cuantos libros. En particular me habían aconsejado “Cadáver exquisito” de la escritora argentina Augustina Bazterrica y me lo tragué (quizás este verbo sea necesariamente el único que puedo utilizar ya que todavía me lo siento en las tripas). 


Como ahora Bazterrica ha dado el pelotazo con su distopía caníbal, se encuentra de todo sobre ella: entrevistas, videos, sus propias redes sociales ecc…Entonces después de haber terminado su escalofriante novela me puse un poco a buscar en la red, como ya hacemos desde que hemos perdido toda la magia del anonimato, y lo que más me llamó la atención entre las muchas declaraciones que hizo alrededor de su obra fue que “encuentra a muchos estudiantes para debatir sobre el tema del libro”. 



Al principio me quedé pensando en qué pasaría si le hiciera leer un libro como “Cadáver exquisito” a mis estudiantes, ya que a mi me costó la vida no hacerme sobrecoger por la grima y las náuseas durante la lectura. Me imaginé, en la cultura revisionista en la que vivimos, padres con bates de béisbol viniendo al colegio, colegas sacudiendo la cabeza mirándome pasar, el director enfurecido y los estudiantes paralizados por la sola idea de que les permita llamar eso literatura. Fueron minutos tragicómicos en realidad, imaginándome la escena. Luego me dije: total si los chicos ya no leen, probablemente le pedirían a chatGpt un resumen y listo, se perdería toda la tensión creada por la escritura “claustrofóbica” de Bazterrica y me lo contarían como un cuento edulcorado, al par que hacen con el comentario de las noticias de guerra cuando les manda leer los periódicos. Esto me dio más miedo que la “caza a las brujas” del primer escenario. Porque vivimos en un mundo falso, falsificado donde la realidad y su brutalidad ya no nos afectan. 


Pero, volviendo a la escritora me llamó la atención también que Bazterrica subrayó como cuando va a encontrar a los estudiantes ellos le hacen un montón de preguntas, en particular sobre el final (que no voy a desvelar pero que es una elección importante de la novela que podía haberse declinado de muchas formas) y muestran mucho entusiasmo es decir, el libro les gusta. Por allí esto nos debería hacer pensar en lo poco que en las escuelas tenemos en cuenta la contemporaneidad, una literatura que esté a paso con los gustos modernos, que conecte con la necesidad de los jóvenes lectores que quizás necesitan emanciparse de lo que nosotros les imponemos como clásicos, y no porque los clásicos no sean importantes o maravillosos, pero quizás podrían venir después; por allí les sirve alimentarse de una escritura que hable de un mundo y de unos miedos que ellos (los chicos) no tengan que decodificar tanto y que le llegue come un puñetazo en la barriga. Por allí necesitan sentirse vivos, poder husmear en el presente, poder conocer a los que leen, poder acceder libremente a la lengua que les habla. 

 

Había empezado este blog, pensado hacer una reseña de “Cadáver exquisito”, pero bueno como siempre me fui por las ramas. Pero para quien quiera leerlo: el libro es hipnótico, con una escritura simple, directa, pero que te obliga con la mirada a estar dentro del horror, cada pasaje, cada escena, cada momento te mantiene en alerta y dilata el horror a nivel sensorial, hasta el infinito. Quieres dejarlo, pero debes leerlo. 

Yo soy vegetariana, pero creo que por un rato se me habrían pasado las ganas de comer carne después de la lectura, aunque claro por otro lado la parte racional de nosotros no hace más que pensar en lo hipócritas que somos y lo rápido que disfrazamos con el lenguaje el horror que somos capaces de aceptar. Leyendo, en resumida cuenta, no me sentí mucho mejor ser humano de los que censuran los libros o (peor aún) de los que se han acostumbrado a ver el mal, la violencia, el dolor con indiferencia, los que dicen: es cruel pero es la vida. En la novela los personajes justifican el consumo de carne humana diciendo: es un honor sacrificarse para que los demás coman y es justo, ya que eso resuelve muchos problemas como el de la sobrepoblación. 


Me sentí en una trampa en el libro, pensaba que al final sería una trampa liberatoria, donde vería una luz, un fragmento de comprensión… pero no, no lo fue. El libro se me ha quedado dentro como un clavo, que a veces me sigue punzando cuando menos me lo espero, en la escenas cotidiana de una sociedad que vive en el miedo de perder sus estupidos privilegios, en la represión de sus instintos y en la total desalmada defensa del propio ego, por el cual estaríamos dispuestos a tolerar cualquier tipo de horror. 

El libro es una experiencia, no podría decir que me ha gustado en sentido clásico del término, pero es un excelente trabajo de escritura y es una distopía que te sigue dando vuelta en la cabeza y en el estómago, es el contrario de lo políticamente correcto y en una sociedad que piensa censurar a “Harry Potter” para no impresionar a los niños diría que es una lectura necesaria. Y quizás deberíamos encontrar el valor de aconsejarlo a nuestros estudiantes, porque el mal hay que fijarlo directo en los ojos o terminaremos pronto como en la película “Don’t look up” … que, mira por dónde, es otra distopía. 


 
 
 

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