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"Ay como el agua" que cae del cielo.

Ha sido una semana difícil, han abierto las escuelas y  ha cambiado el clima de repente, por lo menos aquí en el norte de Italia. La vuelta al cole ha sido como entrar de pleno en el otoño (temporada que yo normalmente adoro) como si de un momento a otro se hubiera abierto una puerta y al cruzarla de 35 grados  hemos pasado a 12, de la rutina alegre del verano hemos experimentado la lenta monotonía de los días fríos. De repente, como tirados de la cama durante un largo sueño, hemos cambiado el ritmo, alumbrados por la luz tenue de un sol cubierto y acompañados por el zambullido de insectos agresivos, como solo lo son antes de la reproducción que precede la muerte. 

Luego la lluvia. Lluvia fresca al principio, después de un largo y seco verano en casi toda Europa. Luego lluvia fuerte, tonante a ratos, furiosa y que traía consigo el miedo de las últimas inundaciones. Las escuelas cerradas, dos días después de empezar, las calles oscuras, los cielos amenazadores. Entonces me he puesto a pensar, sumergida en esa reflexión que nos atrapa en el descanso forzado. 



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La lluvia que cae del cielo, el agua como símbolo que fluye ha sido siempre de vital importancia para los seres humanos, tanto por cuestiones biológicas (estamos hechos principalmente de agua) como por cuestiones antropológicas (el agua es el origen de la vida y en todas las culturas toma significados simbólicos, basta con pensar en el bautismo cristiano), además hoy sabemos que en términos psicoanalíticos se relaciona con nuestras emociones, que fluyen o que se estancan. Esta lectura toma mucha importancia en el simbolismo de los  poetas contemporáneos, en particular a partir del surrealismo que intenta aplicar los descubrimientos de Freud a la creación poética. Un ejemplo sobre todos se encuentra en el Romancero Gitano  de Lorca donde el agua simboliza la vida y la muerte, el eros y el thanatos, como fuerzas iguales y contrarias que conviven el ser humano: el agua estancada representa la muerte (no sólo física, sino como fuerza destructora) y el agua que fluye representa la vida, el amor, la creatividad. En el "Romance Sonámbulo" leemos: 



“ Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña.

Sobre el rostro del aljibe 

se mecía la gitana.

***

Verde carne, pelo verde, 

con ojos de fría plata.

Un carámbano de luna

la sostiene sobre el agua”.


Aquí la mar, el aljibe son símbolos que van anticipando el final del romance, donde se descubrirá a la joven gitana muerta “sobre el agua”, agua que desde el principio adelanta el final trágico de un amor, amor que lleva a la muerte, pasión castigada en una sociedad donde es censurada y obstaculizada. Se invierte el papel clásico del agua como fuente de vida y se intensifica la conexión entre vida y muerte, dando un significado profundo a lo que ya decían los románticos cuando identificaban el gran drama del ser humano: la condena de percibir desde el nacimiento, nuestro destino final. Agua como principio y como final. 

Si queremos mirar más atrás en el pasado, cuando todavía el valor onírico de este elemento no se conocía podemos leer estos famosísimos versos de Jorge Manrique en la obra “Coplas a la muerte de su padre” que siempre sorprenden por su valor universal, como si fuera un verdadero diálogo en el tiempo, comprensible ayer, hoy y  mañana. 


“Nuestras vidas son los ríos 

que van a dar en la mar

que es el morir

allí van los señoríos 

derechos a se acabar 

y consumir; 

   allí los ríos caudales, 

allí los otros medianos 

y más chicos, 

y llegados, son iguales 

los que viven por sus manos 

y los ricos”.


Y de nuevo vuelve la doble cara del elemento “agua” como vida, representada por el río y  como muerte la mar (el lugar donde confluyen todos los ríos), además de llevar en sí un concepto de igualdad entre los seres humanos, llamando la atención sobre el talante democrático de la muerte. Algo que nunca vendría mal recordar . 


Como en un gran caos de ideas que se acumulan en mi cabeza, pensando en este elemento que oigo como un latido incesante desde la ventana, de inmediato me vuelve a la memoria el tango cantado por Camarón de la Isla con Paco de Lucía a la guitarra, “Como el agua”; lo podéis escuchar aquí y apreciar como evoca todo los significados que hemos comentado sobre el agua y probablemente algunos más, no sólo por las letras que se centran sobre todo en la idea del agua como fuerza vital, como flujo que nos lleva al amor y al sublime, sino porque en la voz del cantante flamenco y en las notas de la guitarra se distinguen todos los misterios oscuros de la vida, del amor, de la belleza. Las raíces, la tierra, el principio, el final, el dolor, la felicidad brotan y se hacen carne. 



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El agua es para lo seres humanos principio y fin, no sólo en sentido simbólico y el agua torrencial que una vez más ha caído a cántaros sobre las tierras de Romagna, inundando carreteras, campos, destruyendo edificios, bloqueando las ciudades demuestra que la naturaleza hay que respetarla, que el agua no es sólo un elemento vital, sino que puede ser destructora. Lo saben los poetas, lo saben los científicos, los sabían nuestros abuelos, los hombres primitivos y hasta los animales lo saben. Es sagrada y como todo lo sagrado hay que mirarlo con temor, con respeto. Pero como nuestra sociedad ha decidido ignorar absolutamente todo lo que es de buen sentido común o instintual para nosotros, o justo por una sabiduría colectiva que ha crecido en el tiempo, en nombre de los intereses económicos y de una falsa riqueza, cada vez que llueve (o no llueve) tememos lo peor, porque no se hace prevención, no se deja de construir donde no se debe, se olvida que el clima está cambiando. Vivimos sin pensar en un diálogo universal entre presente y futuro, por esto mi corazón tiembla, tiembla de rabia y de dolor. 

 
 
 

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